¡Cuánto caminar buscando una señal que asegure la dirección correcta!
¡Cuánta ansiedad por encontrar “algo” que indique que no se está equivocado y
se llegará a buen puerto!
Cuando se viaja por los caminos bonaerenses las distancias enormes
requieren de buena señalización y más en los cruces de caminos. En las
grandes distancias, el GPS actual allana el trayecto, evita errores pero…
siempre que haya “señal”, cosa poco probable cuando uno se aleja de las
ciudades de esta bendita provincia de Buenos Aires y toma por caminos de
tierra rurales.
Buenos Aires. Miles de kilómetros de caminos que como la vida,
necesitan de buenas señales que permitan seguir por el camino correcto y
esperado. Si actualmente se necesitan carteles -a pesar de que existen
decenas de puntos de referencia-, en la inconmensurable “pampa argentina”
donde no había ni un árbol era muy fácil andar y andar muchas leguas hasta
darse cuenta que sólo se estaba alejando del destino.
Por eso en los tiempos viejos, eran muy importantes los rastreadores y
cada mensajero o mensajería, cada mayoral de carretas o capataz de tropa,
tenía sus propias referencias según su experiencia para no perderse en el
campo sin límites porque esas esperadas señales recién llegaron a Buenos
Aires a fines del siglo XIX.
LAS SEÑALES DE COQUET
Las “señales de Coquet”, -o también conocidas como “banderitas”-, eran
señales de hierro “plantadas” en 1885 en los Caminos Generales de la
Provincia de Buenos Aires, único medio de orientación de las carretas, galeras,
mensajerías o arreos en caminos abiertos conocidos por rastreadores indios,
gauchos conocedores de la pampa o pioneros inmigrantes.
Tal como decía Sarmiento: “Antes del alambrado, todo la república era
camino”. En esos tiempos, último tercio del 1800, el transporte de carga y de
pasajeros se realizaba utilizando pesados carros de dos ruedas, tirados por
bueyes o caballos, sobre caminos carreteros que partiendo desde Buenos
Aires, se internaban hacia el interior. La marcha en estas carretas era bastante
lenta ya que andaban en una velocidad del orden de los cuatro kilómetros por
hora recorriendo en promedio entre 15 y 35 kilómetros por día, o sea que para
venir de Buenos Aires a General Alvear tardaban unos diez días atendiendo a
las lluvias o al estado de los caminos.
Sin caminos definidos, la marcha se iba casi rediseñando en cada viaje
de acuerdo a las condiciones del terreno, parando en las postas para el relevo
de la caballada, conseguir agua y pastura para los animales en distancias de
cuatro o cinco leguas (16-25km). El ‘maestro de posta’, también solía ofrecer
refrigerios para los viajeros y alojamiento, aunque estos muchas veces se
caracterizaban por la suciedad y “la presencia de pulgas”.
Cuando llegaron las galeras y diligencias norteamericanas conocidas
como las Mensajerías, el viaje era más rápido pero al no existir mapas
carreteros, cada empresa trazaba su propio camino cruzando campos sin
importar si eran privados o del estado. Sin embargo, con este sistema de
postas para mudar caballos, una diligencia podía recorrer hasta 30 leguas
diarias (unos 150km), contra las tres u ocho leguas diarias de las carretas (15 a
40km).
LA INEXISTENCIA DE CAMINOS GENERALES.
Considerando que una de las necesidades más sentidas en la Provincia
era la formación de caminos carreteros, generales, municipales y vecinales, el
Gobierno de Buenos Aires aprueba en 1875 la realización de un mapeo de los
caminos existentes. Es así que emitió un Decreto donde aceptaba la Propuesta
del Ingeniero Coquet, ingeniero, donde reconocía que los “caminos existentes
no obedecían a un plan general ni consultaban las necesidades del servicio
que están llamadas a prestar, no sólo por el mal estado de conservación, sino
también por su falta de dirección regular a los puntos adonde conducen,
reinando una anarquía completa en toda la Provincia”.
Esta necesidad era urgente por el aumento de la población pero también
por el mayor desarrollo de la agricultura y el uso del alambrado que impedían
atravesar libremente los campos. Como resultado, en 1878 se pone en
vigencia una de las primeras leyes denominadas “Ley General de Tierras
Públicas de la Provincia de Buenos Aires” que establece que donde se abran
caminos no pueden oponerse los dueños a entregar las tierra sin
indemnización alguna.
El 17 mayo de 1880, se promulga la “Ley N° 1329 de Cercas de
Estancias” 1 , que establece por primera vez la división de caminos en Generales
de 50 metros de ancho, los Municipales de 30 metros y los Vecinales de 16
metros que es el ancho actual de los caminos de la provincia, medidas que
actualmente respetan los caminos actuales.
LA PROPUESTA DE COQUET
En junio de 1885, el ingeniero Jorge Coquet, uno de los primeros
ingenieros de caminos argentinos, presenta una propuesta al Departamento de
Gobierno para el trazado y amojonamiento de los caminos de la Provincia que
es aceptada tanto por el objeto que propone como por la ventajosa equidad de
sus precios.
Coquet proponía realizar el mapeo y señalizar los caminos con columnas
de fundición que expresaran las distancias kilométricas y el lugar a que
conducen a más de las indicaciones que puedan interesar a los viajeros,
proponiendo la formación de los terraplenes, alcantarillas, puentes y demás
“obras de arte” que hagan fácil y seguro el tránsito.
Como no había fondos especiales votados por la Legislatura para hacer
el gasto, igual se procedió a la concreción del proyecto porque Coquet aceptó
el pago por partes en un período de dos o tres años, con la partida anual de
500.000 pesos moneda corriente que acordaba el artículo N° 38 de la Ley de
Cercos del 17 de mayo de 1880 referida a la partida apara “Obras Públicas” del
Presupuesto General. Seguramente una patriada de Coquet, apasionado de
sus ideas y sabedor de la necesidad de las rutas y su señalización.
CARACTERÍSTICAS DEL PROYECTO SEÑALIZADOR
El trazado definitivo y el amojonamiento sería con la división de la
Provincia en tres secciones, Norte, Oeste y Sud. La sección Norte comprendía
el territorio comprendido entre “el 9 de Julio hasta Guaminí y los límites de la
Provincia con los de Santa Fe, Córdoba y territorios nacionales”; “la sección del
Oeste entre el camino general del Oeste prolongado hasta Guaminí, Río de la
Plata, territorios nacionales y Líneas férreas de Buenos Aires a Bahía Blanca y
quedando el resto del territorio para la Sección Sud”.
En el artículo 6° del Proyecto se definía que los mojones que se
colocaran serian postes kilométricos que no solo servirían para indicar la
distancia de pueblo a pueblo, sino también para que el viajero pudiera saber en
qué camino se encontraba y a qué categoría pertenecía el mismo para lo que
en la parte superior del mojón, se debía colocar una placa que indicara todo
esto además del nombre del camino.
La tarea no fue fácil, más cuando las distancias se recorrían con carretas
para poder llevar los insumos ya que recordar que en muchos lugares aún no
había llegado el ferrocarril. Esos mojones y tal como se aprecia en las
imágenes eran de fierro, colocados “perfectamente” a la distancia de 2.500
metros uno de otros, salvo las partes donde el camino cambiaba de dirección y
en ese caso, debía procurarse colocarlos en el ángulo aunque hubiera la
necesidad de aumentar o disminuir la distancia indicada colocando otra señal
intermedia de madera dura.
Además, en el punto donde se refiriesen varios caminos, debía indicarse
en un mojón especial los nombres de los pueblos a que conducen tal como se
ve en las imágenes de las señales que se refieren a General Alvear, Azul o
Tapalqué.
LAS SEÑALES EN GENERAL ALVEAR
Seguramente en General Alvear como en todos los partidos de Buenos
Aires ha habido muchas más de las cuatro señales relevadas de entre los
cientos que plantó el ingeniero Coquet en toda la Provincia. Existen
colecciones privadas donde hay verdaderas montañas de estas señales de
fierro que han sido removidas de los campos con intenciones dispares y de las
que no se puede disponer ni de una fotografía.
Una de esas señales se puede ver en el parque de la chacra de Patricio
Wallace, está sin el palo de hierro macizo que la elevaba donde se lee “C.G.
SALADILLO- GAL. ALVEAR. 1500 M”, con una flechas en relieve que
señalaban las localidades mencionadas. Las siglas C.G. quieren decir
“CAMINOS GENERALES”.
El otro cartel que involucra nuestra localidad, es uno completo con el
soporte incluido que dice “C.G. SALADILLO- SAN CARLOS. 60.000 M” con las
flechas señalizadores hacia los pueblos pero no hay referencias de donde fue
levantado.
La tercera señal es propiedad de la familia de María Yocco. Dice: “C.G
GAL. ALVEAR- TAPALQUÉ. 7.500 M”.
La cuarta, una hermosa obra de arte doble, se encuentra en la estancia
“San Justo” y dice: “C.G. TAPALQUÉ- CACHARÍ EMPALME” y del otro lado:
“C.G. AZUL- TAPALQUÉ. EMPALME”.
LOS COSTOS DE LAS SEÑALES
Los primeros mojones y señales fueron construidos en Francia y el
Gobierno de la Provincia se comprometió a solicitar la introducción libre de
derechos. El pago por el amojonamiento de los Caminos Generales, se efectuó
a “razón de 50 pesos m/n por cada kilómetro de camino que incluía el
reconocimiento, formación de planos, trazado definitivo y el amojonamiento con
las señales incluyendo los estudios y los planos de la obras de arte”.
El Gobierno se comprometía a abonar la mitad del importe del trabajo
(15.000 pesos m/n) correspondiente a las secciones inmediatamente después
de aprobados los planos y la otra mitad cuando se terminara el amojonamiento.
Para el año del convenio, aún no había llegado el tren a General Alvear por lo
que el traslado se hizo con carretas pero en el caso de que lo hubiere, estaba
expresamente aclarado que el transporte ferroviario corría por cuenta de
Coquet.
Todos los gastos, cortes de mojones, etc. fueron por cuenta del
proponente y el Departamento de Ingenieros determinó las dimensiones de
grosor y longitud que deben tener los mojones de fierro y de madera así como
la parte que debía ser introducida en el terreno y la forma en que se
asegurarían, a fin de que ofreciera la resistencia necesaria.
El contrato finalmente se completaba con la presentación de un “fiador”
que cumpliera las expectativas del Poder Ejecutivo y ante el Escribano Mayor
de Gobierno el Decreto es firmado por D´Amico y Nicolás Achával.
HISTORIAS DE BANDERITAS ESPERADAS
Miles de kilómetros de caminos en Buenos Aires y con poca
señalización, con GPS de alta tecnología inútiles cuando se verifica que en el
campo casi no hay señal de Internet, aquello tan común cuanto más grande es
la ciudad.
La mayoría de las veces para andar a la buena de Dios intentando
divisar una polvareda que traiga un conocedor de la zona para así dejar de
recorrer kilómetros oteando las banquinas intentando encontrar un cartel, una
señal, un mojón o al menos un cartel escrito a mano que diga que “se va bien”.
Buenos Aires. Hermosa provincia con miles de kilómetros de caminos
que como la vida, necesitan de mantenimiento y buenas señales que permitan
seguir por un camino seguro, tranquilo y sin riesgos que permitan llegar sin
contratiempos al destino esperado.
BIBLIOGRAFÍA:
- Carta de la Provincia de Buenos Aires demostrativa del trazado
de los Caminos Generales Amojonados. 1895. Gentileza de
Castro. - Ley 1329. “Ley de Cercas de Estancias” promulgada el 17 mayo
de 1880. - Señaladores de Coquet fueron donados al Museo. Recuperado de
http://wwwelamigo.blogspot.com/2011/10/senaladores-de-
coquet.html - Caminos Carreteros de la Sección Oeste. Plano topográfico de
Jorge Coquet. 1885. Gentileza Museo de General Belgrano, Sra.
Clarita Rodríguez. - Memorias del Ministerio de Obras Públicas. 1885. “Se acepta la
propuesta de Jorge Coquet para el trazado y amojonamiento de
los caminos de la Provincia. Gentileza Ricardo Buiraz. Taller de
Memoria de General Belgrano.
1 Ley 1329. Fecha de promulgación: 17/05/1880.